Me llamo Manuel Ángel y soy voluntario en el Proyecto Socioeducativo I+I en Pinardi-LasNaves, en Alcalá de Henares. A medida que vamos transitando por la vida conocemos a más personas, es decir, sus vivencias, deseos, miedos, alegrías, temores, etc. Seres que pertenecen a nuestra misma sociedad, que piensan, sienten y se ayudan de un cuerpo para existir en el Planeta. A veces incluso conocemos sus vulnerabilidades y en ocasiones —gracias a nuestra sensibilidad— percibimos su dolor y sufrimiento; el causado por tanta violencia emocional y física como hemos creado en el mundo.
Ante el dolor de otros, mis entrañas como ser y como humano se remueven. Ocurre entonces que su dolor me duele y mi camino de vida se desdobla: una pierna recorre una senda y la otra a su hermana. ¡Mi bienestar ya depende también un poco del de otras personas! Por lo tanto, si —ciego— solo transitase mi senda, viajaría dolorido por ella habiendo desaprovechado una maravillosa oportunidad; la de ayudarlos un poco aspirando así a disfrutar de un poco más de calidez en nuestros corazones. Y desde la persona que soy, más que a través de las monedas que me pueda permitir.
Quizás por esto, aunque no te conocí, Vicente, sellaste un rincón de mi sensibilidad cuando la tuya dijo, señor Ferrer, que la sociedad que progresa a costa de la parte más desfavorecida lleva inscrita su propia condena.
Volviendo a la Tierra, considero que el progreso social no consiste en que quienes comemos cuatro veces al día lleguemos a una quinta y en mantel de tela. La sociedad progresa si parte de la energía que obtenemos de las cuatro la dedicamos a que algunos lleguen a la segunda. Por supuesto, nos alimentamos como seres humanos cuando comemos, aprendemos y amamos.
Manuel Ángel Fernández García