Me siento afortunado de poder visitar, acompañar, animar tantas realidades locales de nuestras casas salesianas. En ellas estoy pudiendo «escuchar para comprender» tanto de situaciones que se viven como de personas que las comparten. En muchos de mis encuentros me sale espontáneo un gracias de corazón, por los esfuerzos de cada día en este tiempo en el que cualquier signo de esperanza es especialmente significativo.
Me siento afortunado porque la vida compartida me permite rezar más y mejor. Considero que la rutina, la inercia nos convierten en personas grises que acaban por perder la ilusión y la alegría. Por ello espero que los unos a los otros seamos capaces de contagiarnos de esa luz y esa sal para seguir iluminando y dando sabor a la vida, con el mensaje de Jesús.
Me siento afortunado de ser salesiano y de acompañar a muchos educadores que se sienten una memoria viva de Don Bosco en el trabajo que realizan. Considero que vivimos un tiempo especialmente sensible para abrir los ojos y descubrir los signos de Dios en medio de la gente. Tal vez más que nunca, necesito y necesitamos, que Dios siga naciendo en la humildad de un pesebre para llenar de esperanza, paz y amor la vida de los pobres y sencillos. Ánimo y gracias
Fernando García