Éste es uno de esos textos que apenas cuesta escribir. Frente a la pantalla, las palabras, las frases, van apareciendo sin apenas pausa. Las ideas fluyen solas y sobrevienen organizadas, ordenadas. Y es que dicen que esto es algo que suele ocurrir cuando, quien escribe, lo hace sobre su propia experiencia.
Esta experiencia –personal– transciende al mero trabajo. Va mucho más allá del intercambio de tiempo y de conocimientos. Llega a donde la simple gestión no llega. Sobrepasa los horarios establecidos. Y es que todo parece descansar en un ambiente de familia, allí donde el tiempo no es lo determinante, allí donde uno se sabe en el sitio adecuado.
Dicen que esto ocurre cuando se pone pasión en lo que haces. Cuando el compromiso es férreo y la vocación permite encontrar, sin mayor esfuerzo, la virtud de las personas, su potencialidad. Es, al fin y al cabo, ese “trabajo, trabajo, trabajo…” incondicional e individualizado, el que permite a nuestros chicos y chicas ver incrementadas sus posibilidades de disfrutar de su vida, encontrando su lugar, proyectando su vida.
Diecisiete años dan para mucho. Pero es mucho más lo que recibes. Indudablemente.
Echando la mirada atrás, siempre sobreviene una sonrisa a la cara. Por momentos, incluso una expresión de ternura y satisfacción al recordar la expresión de aquellos chavales disfrutando por aprender un oficio, o la alegría de aquellas personas que rozaban con sus dedos una cierta tranquilidad familiar, laboral, … hasta, por fin, ¡alcanzarla! Porque no hay dificultad vivida durante este tiempo que siquiera haya hecho sombra a tanta gratitud recibida, acumulada con el paso de los años.
Dicen que todo esto ocurre… cuando eres feliz con lo que haces.
Creo que tienen razón.
Zazo, coordinador de la plataforma Valora-Parla