ELLOS SON NUESTRO PREMIO

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Son las 11:15 de la mañana del lunes 1 de febrero. Un grupo de mujeres y hombres, risas, voces. Se siente la alegría en el aire. Es sencilla. El idioma castellano es un vehículo lento y frágil, aún no lo dominan. Estos adultos, cargados de experiencias y responsabilidades disfrutan como niños.

Nuria, joven psicóloga, empieza sus prácticas hoy -¿vienen al grupo de castellano hombres y mujeres?- está sorprendida.

Paco, salesiano sacerdote, 84 años, dice curioso y contento, -he visto a María con sus alumnas, mujeres hechas y derechas, corriendo por la calle, parecía una gymkhana de muchachos-. Recuerda el juego que el viernes pasado vio disfrutar a alumnos y alumnas de ACE, FPB y CGM por los alrededores de Parla. Le comento que esta mañana les toca a las personas adultas que aprenden castellano y esta tarde a los jóvenes de apoyo escolar y taller de castellano. Pregunta si es el mismo juego. Y sí, es idéntico, igualito al que en Valdocco animaba Don Bosco con sus muchachos.

La experiencia es sencilla, abierta, como nuestra casa. Ser salesiano, aquí, sabe a agua fresca de una fuente que fluye desde hace 200 años.

Zazo y Juan estudian cómo responder a las necesidades de un joven. Cada semana aparece Bartolomé Garelli con un nombre nuevo, susurrando a nuestro oído nuevos retos. Y esto es todo menos idílico, créeme. Puede que sea otro el color o el acento, pero siempre están; joven, ambiente hostil, urgencia de cambios y un salesiano -¿sabes silbar?-. Detrás de la sonrisa de acogida y la palabra amable, la mente-corazón maquina programas, gestiones, talleres y procesos, para un alma única.

11:16 María, Isabela y Sara entregan el premio del juego. Alimentos de comercio justo. Los jugadoros lo comparten. Ellos son nuestro premio.

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Miguel Ángel Olivares Ullán SDB