Hace dos años llegué a Pinardi. Podría decir que fue por casualidad. Entre mis opciones de centros de prácticas tuve la suerte de que me tocó el primero de mi lista. Elegí Pinardi porque estudié la carrera de Educación Social en el CES Don Bosco y tuve la gran fortuna de que me presentasen a Don Bosco y a su obra. Me gustó que la educación que se impartía no viese a la persona como números, sino que se nos considerase como personas, cada una con su propio proyecto de vida que cumplir.
Siempre quise dar a los demás lo mismo que había recibido, por eso no podía concebir la educación sin los valores salesianos y por este motivo me animé a probar suerte. Lo que nunca me imaginé es lo que me esperaba. Comencé mis prácticas como la mayoría: asustada, insegura, novata… pero desde el primer día me sentí acogida y acompañada. Los que hoy son mis compañeros de equipo y de trabajo, en aquel principio fueron mis mentores. Ellos supusieron un elemento motivador y ejemplar al que seguir y del que he podido aprender un sinfín de actitudes, valores y desarrollar aptitudes que, posteriormente, he podido incorporar a mi perfil profesional.
Apaciguaron mis miedos, mis dudas y confiaron en mí incluso cuando yo dejaba de hacerlo. Siempre se me animó y motivó, haciéndome sentir parte de algo grande. También, me enseñaron que lo que hacemos lo hacemos con pasión, dejándonos el corazón en ello.
Hoy puedo decir que tengo la suerte de que siguen contando conmigo en el programa R.E.D.E.S. pero, en esta ocasión, como educadora. Ahora cada día me levanto con ilusión porque sé que voy a trabajar a “mi casa” y de esta misma forma lo sienten las personas a las que atendemos porque, desde el primer momento, intentamos darles una acogida calurosa y cercana, con el mismo amor con el que se nos acogió a nosotros cuando llegamos. Creemos en ellos y en sus posibilidades, por lo que nuestra labor nunca se limita a ser un mero oficio, va más allá. En Pinardi trabajamos con vocación y pasión, por eso concebimos la educación como un acompañamiento formativo e instructivo, siempre desde el cariño y la paciencia y nunca desde la represión.
Me siento muy orgullosa a la vez que afortunada de la familia y la casa a la que pertenezco, de encontrar mi camino y mi lugar. Todo esto se traduce en una intervención verdadera que les da a las personas con las que trabajamos la importancia que se merecen. De esta forma ellos saben que nunca estarán solos en el camino.
Karen- Programa REDES