Mi experiencia en Naranjoven ha sido, y está siendo de hecho, muy enriquecedora a nivel personal. Nunca fui de la idea de hacer un voluntariado. No pensé que fuera lo mío, a pesar de que me atrajera poder hacer algo por los demás, pero ha sido esta quizás la mejor decisión que he podido tomar, no tanto por cambiar mi perspectiva de las cosas, sino que la idea de ayudar a los demás desinteresadamente es algo que aporta mucho a uno porque recibes lo que das, y la otra persona lo agradece. Dar tu propio tiempo a alguien que necesita ayuda en cualquiera de sus formas es un regalo que le cambia la vida de alguna manera. Y yo, en mi posición de voluntario, me estoy dando cuenta de ello durante este año.
Quizá en ese sentido lo siento igual porque, al igual que ellos, llegué aquí tras pasar por una situación personal muy delicada, muy necesitado de ayuda y de comprensión, y, como aquél que dice, fue un cúmulo de casualidades mi aterrizaje en Naranjoven. Quede por delante decir que ya conocía la asociación mucho antes de pertenecer seriamente a ella, pues hace unos años acudía semanalmente a unos ensayos que realizábamos en el Centro Juvenil otras personas y yo.
Todo empezó con una sencilla colaboración en uno de los numerosos festivales que se han ido haciendo al final de cada trimestre. Una de las alumnas iba a dar una actuación y solicitó músicos, que casualmente eran colegas míos y suyos. Ellos me invitaron a venir y, sorprendentemente, la encargada del evento se quedó ojiplática al ver mi desenvoltura sobre el escenario, motivo por el que me llamó a los sucesivos festivales que se hacían. Supongo que esa fue mi manera de demostrar el talento que yo tenía y, tras dos años colaborando externamente, se me ofreció la posibilidad de dirigir un nuevo taller referido a la música, a lo que inmediatamente dije que sí sin pensarlo dos veces. Nunca me planteé enseñar música de esta manera, mi idea siempre fue algo más académica, pero sentía que era una forma de cumplir uno de mis sueños.
Hoy día, tras seis meses de arduo trabajo, continúo dirigiendo ese taller con mis alumnos, colaborando en otros talleres y descubriendo el talento que alguien encontró en mí tiempo atrás, estimulando sus gustos y tratando de motivarles cada día, algo nada fácil. Para mí, y ellos lo saben, son una parte básica de mi vida, por la cual no habría cambiado de actitud radicalmente, pues cuando empecé a colaborar –e incluso poco antes de iniciar esta maravillosa etapa- mi personalidad era negativa, depresiva y preocupante. Actualmente, gracias a esto soy una persona nueva con un objetivo claro y una mejor actitud ante las circunstancias.
Y esto tampoco hablando exclusivamente de ellos, sino que la relación con el resto de monitores es fantástica, de tal forma que con algunos mantengo una amistad bastante cercana, y que me ayudan a llevar alegremente el día a día con los chavales que acuden al centro.
Supuestamente tendría que hacer un balance de lo bueno y lo malo de toda esta experiencia que me llevo como voluntario de Naranjoven, pero me es imposible mencionar algo malo. Ha sido una experiencia transformadora que me ha ayudado muchísimo en lo personal, que me ha permitido compartir mi tiempo con gente que se lo merece y que tiene mi cariño ganado para siempre.
Roberto Escobar- Voluntario en Naranjoven (Fuenlabrada)