Jorge Buenavida- Programa REDES (Valora)
La primera vez que abrí las puertas de aquel Centro no sabía qué podría encontrarme. Nunca había escuchado nada de REDES, ni de Pinardi y tampoco de las Casas que la componen. Para mi eran nombres desconocidos, que no significaban nada. Avancé por un largo pasillo anticipando por un lado los mayores desastres de la humanidad y, por otro lado, forzándome a ser realista, comencé a imaginar un ambiente de trabajo “normal”, rígido (basado en mis anteriores experiencias laborales). Un ambiente de trabajo con todo el rango habitual de compañeros (los que son simpáticos, aquellos que trabajan de forma desganada, los que trabajan de forma pasional, aquellos a los que no puedes ni ver y ante los cuales solo te queda el recurso de fingir una forzada relación laboral, etc.)
De forma precipitada llamé a la puerta del despacho con la expectativa de confirmar una de estas dos anticipaciones y para mi sorpresa, ya desde el comienzo, comprendí que estaba profundamente equivocado.
La verdad es que, mientras escribo mi experiencia, me doy cuenta de que quizás este primer contacto que tuve con mis compañeros podría definir a la perfección la palabra “acogida”. Sin conocerme de nada, de forma automática y sin dejar espacio a la duda, me acogieron en el grupo de trabajo, haciéndome sentir uno más, valorando mi opinión, animándome a superarme a mí mismo, preocupándose en todo momento por mi comodidad y bienestar.
A medida que me acomodaba a las funciones de mis prácticas comencé a observar que este trato no sólo se limitaba a las relaciones entre los compañeros de trabajo si no que se extendía a los chicos que acudían a nuestro programa. Chicos y chicas que habían cometido errores, que precisamente no estaban en el mejor momento de sus vidas y que necesitaban ser ayudados (incluso a aquellos que, aun estando necesitados, rechazaban de forma agresiva el ofrecimiento de mis compañeros). Con ellos, la acogida era incluso más manifiesta y, sin rechazarlos por estos errores o culpabilizándoles por los mismos, con una sonrisa y desde la calidez, se les ayudaba a replantearse ciertos aspectos de su comportamiento o a re-evaluar su momento actual.
Con el paso del tiempo comencé a pensar que algo tan humano y tan cálido solo era posible encontrarlo por causas del azar o la suerte, me negué a pensar que esta forma de relacionarse podría ser común. Sin embargo, ahora que trabajo en Valora, he descubierto que me he vuelto a equivocar y es que a medida que transcurre el tiempo me voy dando cuenta de que este acogimiento instantáneo, sin juzgar, sin valorar, sólo puede nacer de un profundo interés por el bienestar de la gente que te rodea.
Así que, a modo de conclusión, puedo decir, sin lugar a dudas y sabiendo que esta vez es imposible que me equivoque, que esta acogida, esta preocupación genuina por los otros antes que por uno mismo, es un sello que se repite en cada compañero que conozco (independientemente del programa al cual pertenezca), ya sea en Valora, en Las Naves, o en Lumbre (y estoy dispuesto a afirmar que en la totalidad de las casas que pertenecen a Pinardi).