Mi Casa

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Cuando llegué a la Plataforma social de salesianos Pinardi-Fuenlabrada, hace poco más de un año, me contaron que el centro se sentía como una gran familia, tanto es así que lo llaman “casa”. Al principio esto me parecía casi utópico, pero en mi papel como educadora he podido comprobar que es cierto.

Nada más entrar por la puerta se respira la calidez de las sonrisas que deambulan por el centro. Existe una maravillosa sensación de alegría en el caos organizado de su día a día. Y siempre hay un abrazo para recibirte (o al menos un codazo guardando las distancias de seguridad).

Los más jóvenes, más allá de aprender y pasarlo bien, acuden al centro buscando encontrarse con el cariño de otras personas que les cuidan y repartiendo todo el que tienen. Somos un refugio ante las miles de cosas que viven fuera, como cuando jugando al pilla-pilla gritamos “¡casa!” y quien nos persigue ya no puede atraparnos. Juntos creamos a diario un espacio seguro para crecer y aprender.

El equipo de profesionales ejercemos el papel de adultos de la familia. Nos convertimos en guías, en modelos de apoyo, y esta gran responsabilidad nos anima a continuar creciendo y mejorando como profesionales y personas. Somos acompañantes y soporte en su camino eterno de crecimiento, nuestros menores lo saben y por eso confían en el equipo. Personalmente, esta es la parte que más disfruto: estar a su lado; sin presiones, pero sin pausas; con la mano tendida por si la necesitan, pero sin tomar la suya sin permiso; pudiendo disfrutar juntos y juntas de sus inquietudes, dificultades, sueños y logros. Esto es un privilegio.

Y todo esto no sería posible lograrlo sin la confianza plena que las familias de los niños y niñas depositan en nuestra “casa”. Ellas saben que son tan bienvenidas en la casa de Pinardi-Fuenlabrada  de la misma forma que nos abren sus casas para que nos sintamos parte de sus familias.

En Salesianos Fuenlabrada somos una familia. Una familia, a veces, un poco complicada y atípica. Donde confundimos los nombres de nuestros hermanos y nuestras hermanas, no tenemos claros los cumpleaños y aún nos queda mucho para terminar de conocernos, pero en nuestra casa se respira cariño, cuidado y respeto.

Me encanta mi casa.

Rocío García Mateo