Todavía no ha salido el sol en Lavapiés pero el ruido de las mochilas nos avisa de que pronto abrirán los colegios, ciudadanos con sus vasos de cartón que acuden a su jornada laboral, los repartidores de periódicos en la boca del metro y los buses azules que salen repletos de Jacinto Benavente. En la calle Barcelona las cafeterías se preparan para los desayunos y en el número 5, Lumbre sube su persiana a las ocho en punto. No es una cafetería ni un hostal, aunque algún turista pregunte.

Ya hemos encendido todas las luces y me subo a mi aula. Preparo todas las fotocopias y el goteo de chavales comienza a llegar. Si ayer hubo fútbol el tema de conversación está asegurado, mientras esperamos a los tardones; “el bus que no llegaba” “mi madre que no me ha despertado”, etc…

Entre análisis sintácticos y problemas pasamos la mañana hasta el recreo. En este, el pasatiempo preferido es el futbolín. Yo siempre me pido los rojiblancos y cuando pierdo ya se saben las bromas: “con el Atleti profe, qué te esperas”. Después los talleres se llenan de vida, cable por aquí cable por allá con el ruido de los secadores de fondo. Aprovecho para preparar las clases de mañana y corregir. Alguna vez salimos a ver algún museo y culturizarnos un poco, aunque acabemos en El Retiro con un balón.

Los chicos se van y toca comida con los compañeros. Entre olor a estofado, arreglamos el mundo.

Una vez hecha la digestión, esperamos a los chicos de la tarde. Aquí se habla de Justin Bieber y los One Direction. Las mesas se llenan de libros de todas las materias y, hacer deberes toca. Los jueves tenemos las buenas tardes, esta semana toca hablar de desigualdad. A media tarde tenemos la merienda y salen historias de todo tipo.

La jornada acaba y toca bajar la persiana. Las terrazas de la calle Barcelona están repletas, las calles del centro abarrotadas, las colas en los cines y teatros y gente por Lavapiés, un barrio con mucha vida.

Enrique Llorente, educador de Lumbre- Puerta del Sol.

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